La vesícula biliar es una víscera hueca y pequeña que forma parte de nuestro aparato digestivo. Este órgano se encarga de almacenar la bilis, un líquido producido en el hígado con el fin de digerir las grasas obtenidas tras la ingesta de alimentos. Además de la digestión, a través de la bilis se excreta el exceso de colesterol y ciertos productos de desecho, como la bilirrubina, derivados de medicamentos y mucho más.
Existen diversas enfermedades que pueden afectar a la vesícula biliar, pero sin duda una de las más comunes es la formación de cálculos biliares. En las siguientes líneas, te contamos las particularidades clínicas de esta condición y su abordaje más eficaz. Aunque no se considere un cuadro muy grave, es necesario ponerse en manos de un profesional médico para evitar complicaciones.
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¿Qué son los cálculos biliares?
Los cálculos biliares, también designados como colelitiasis o litiasis biliar en el entorno médico, se definen como el depósito de material sólido en las vías biliares, sobre todo en la propia vesícula biliar. El tamaño de los cálculos biliares es muy variable y va desde un grano de arena hasta una pelota de golf, si bien la mayoría presentan unas dimensiones intermedias (20 milímetros o menos).
Existen diversos tipos de cálculos biliares, pero los principales son los siguientes:
- Cálculos de colesterol: representan los cálculos más comunes y, como su propio nombre indica, están compuestos en su mayoría por colesterol (sustancia cerosa que se encuentra en la sangre). Suelen ser de tono verdoso-amarillento y causan el 80 % de las colelitiasis en países de alto ingreso como Estados Unidos.
- Cálculos pigmentarios: responden al 20 % de los cuadros restantes. Son de color oscuro y están formados por sales cálcicas de pigmentos biliares (como la bilirrubina) y otros compuestos. A su vez, los cálculos pigmentarios se dividen en 2 subgrupos; cálculos pigmentarios comunes o negros y cálculos marrones.
Según estudios epidemiológicos, la colelitiasis es una entidad clínica bastante común que afecta al 6 % de las personas de sexo biológico masculino y al 9 % de las del sexo femenino. La mayoría de los pacientes con cálculos biliares son asintomáticos (hasta el 80 %), si bien hasta el 10 % comienzan a presentar signos en los 5 años tras su formación.
¿Cuáles son los síntomas de la colelitiasis?
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Como acabamos de mencionar, los cálculos biliares no suelen generar síntomas. En caso de que alguna de estas formaciones provoque un bloqueo en las vías biliares y se produzca la consiguiente inflamación de la vesícula biliar, se pueden experimentar los siguientes signos clínicos:
- Dolor repentino, que se intensifica rápido, en la parte superior derecha del abdomen.
- Este dolor puede extenderse a tórax, hombros y espalda, lo que a veces se confunde con un infarto u otro problema cardiaco.
- Indigestión, vómitos y náuseas.
Muchos pacientes sintomáticos refieren que estos signos aparecen después del consumo de comidas copiosas, sobre todo si estas son ricas en grasas, aunque también es común que el dolor se presente sin ningún desencadenante aparente. Ni los vómitos ni la evacuación alivian el cuadro clínico.
Posibles complicaciones
Entre los síntomas de una posible complicación grave de los cálculos biliares, destacamos los siguientes:
- Dolor abdominal tan intenso que impide sentarse o encontrar una posición de comodidad.
- Fiebre.
- Coluria (presencia de bilirrubina en la orina).
- Ictericia (color amarillo de piel y mucosas por la acumulación de bilirrubina).
- Escalofríos.
Cuanto más tiempo estén los cálculos presentes, más probable es que se desarrollen posibles complicaciones. Entre los posibles cuadros asociados a la presencia de colelitiasis, destacan la inflamación de la vesícula, la obstrucción del conducto colédoco, la obstrucción del conducto pancreático y el cáncer de vesícula.
¿Cuáles son las causas de los cálculos biliares?
Hay 3 principales caminos para la formación de cálculos biliares. Los exponemos en el siguiente listado:
- Saturación de colesterol: si el hígado produce más colesterol de lo que la bilis es capaz de disolver, el exceso puede depositarse en forma de cristales en la vesícula biliar. Estos cristales quedan atrapados en mucosidades, lo que con el tiempo se traduce en la formación de cálculos biliares.
- Exceso de bilirrubina: la cirrosis hepática, las infecciones de las vías biliares, ciertos trastornos sanguíneos y otras condiciones pueden traducirse en un incremento de la bilirrubina circulante. Esto contribuye a la formación de cálculos pigmentarios.
- Hipomotilidad de la vesícula biliar o alteración de la contractilidad: si la vesícula biliar no se vacía de manera efectiva, la bilis puede concentrarse demasiado y formar cálculos biliares.
Dependiendo del agente causal, los cálculos biliares pueden variar en su composición y en la presentación sintomática. De todas formas, lo importante es tener claro que ocurren cuando las sustancias de la bilis alcanzan sus límites de solubilidad, sea cual sea el desencadenante.
Factores de riesgo
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Las personas de sexo biológico femenino son más proclives a desarrollar cálculos biliares que aquellas de sexo masculino. El estrógeno aumenta la secreción biliar de colesterol, provocando en ocasiones una sobresaturación de colesterol en la bilis, por lo que es de esperar que las hormonas sexuales jueguen un papel relevante en esta disparidad entre sexos.
Más allá de esto, existen otros muchos desencadenantes que fomentan la aparición de cálculos biliares:
- Edad (son más frecuentes a partir de los 40 años).
- Embarazo.
- Obesidad.
- Sedentarismo.
- Dieta con un contenido alto de grasas.
- Diabetes.
- Antecedentes familiares de cálculos renales.
- Trastornos sanguíneos previos (algunos tipos de anemia, leucemia y más).
- Pérdida de peso repentina.
- Enfermedades hepáticas previas.
- Enfermedad celiaca, sobre todo si esta no se está abordando a nivel nutricional.
- Enfermedad de Crohn.
Diagnóstico
La anamnesis es esencial en el diagnóstico de esta condición, pues es posible comenzar a sospechar de cálculos biliares simplemente con el dolor característico referido por el paciente (repentino, en el cuadrante superior derecho del abdomen, y que se puede expandir a zonas adyacentes). Los análisis de laboratorio (sangre y orina) pueden mostrar valores alterados que inicien el proceso de detección, pero sin duda las pruebas de diagnóstico por imagen son las más empleadas.
La ecografía abdominal es el estudio que más se emplea para la detección de cálculos biliares. Esta tiene una sensibilidad del 84 % y una especificidad del 99 %, lo que avala su eficacia. De todas formas, a veces son necesarias otras pruebas diagnósticas, como la resonancia magnética, la tomografía computarizada o la colangiopancreatografía por resonancia magnética (CPRM).
Tratamiento de los cálculos biliares
La mayoría de los casos asintomáticos de cálculos biliares no requieren tratamiento. De todas formas, la elección de los abordajes clínicos se realiza según el historial clínico del paciente, los resultados de las pruebas diagnósticas y los signos presentados. Destacamos los siguientes:
- Colecistectomía: esta intervención quirúrgica consiste en la extirpación completa de la vesícula biliar. Es el abordaje más habitual para tratar este trastorno y por sí sola resuelve los síntomas típicos del cólico biliar en el 95 % de los pacientes. La vesícula biliar no es esencial para la vida y tampoco afecta drásticamente a la capacidad de digerir alimentos, por lo que esta cirugía no suele tener muchos efectos secundarios.
- Medicamentos para disolver los cálculos: el ácido ursodesoxicólico es una opción medicamentosa para tratar los cálculos biliares, pero no del todo práctica. En primer lugar, el paciente debe tener cálculos de menos de 1 centímetro con alto contenido de colesterol. Además, la terapia puede tardar entre 9 y 12 meses en disolver el cálculo, y esto solo ocurre en el 50 % de los casos.
Los cálculos biliares son comunes y no suelen generar síntomas, pero cuando se manifiestan lo hacen de forma muy dolorosa y requieren una intervención médica inmediata. Ante cualquiera de los signos citados, no dudes en acudir a tu centro de urgencias más cercano.
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